Texto: Julio Grosso Mesa (Film in Granada)
El cineasta Isaki Lacuesta (Girona, 1975) se subió al tren de «Segundo Premio» a finales del año 2022, después de una llamada urgente del productor Cristóbal García y otra de su amigo Jonás Trueba, que acababa de abandonar el proyecto tras desacuerdos con Los Planetas, la mítica banda granadina sobre la que gira esta historia.
En tan solo seis meses, Isaki sacó tiempo para sentarse a reescribir el guion con Fernando Navarro, viajar varias veces a Granada para localizar junto a Takuro Takeuchi, su director de fotografía y Pepe Domínguez, su director de Arte, finalizar el casting que había comenzado Jonás con Marichu Sanz y ponerse a ensayar intensamente con los actores, buena parte de ellos jóvenes músicos granadinos, Cristalino, Mafo y Chesco Ruiz, sin experiencia previa en la interpretación.
Cuando todo parecía estar bien encaminado, y a punto de sonar en Granada la primera claqueta, Isaki tuvo un problema familiar que le obligó a dirigir, por primera vez en su carrera, a distancia desde Barcelona. Aquí entra en juego la buena amistad y también el valor de su primer ayudante, Pol Rodríguez, que en tan solo dos semanas asume la gran responsabilidad de un rodaje: dirigir el set.
Tras un largo viaje de seis años, con retrasos, paradas, incertidumbres y algunos cambios de vía, el tren de «Segundo Premio» llega finalmente, en marzo de 2024, a la primera estación del Festival de Cine de Málaga, donde gana la Biznaga de Oro a Mejor Película Española y las Biznagas de Plata a la Mejor Dirección para Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez y al Mejor Montaje para el editor cordobés Javi Frutos.
A partir de aquí, y de su estreno en cines el 24 de mayo, el viaje continúa y todo será leyenda.
Cristalino (el Guitarrista) me ha comentado que uno de los puntos fuertes de la película es la relación de pasión-amistad-amor que une a los compañeros de grupo, y que es una necesidad cuando conectas creativamente con alguien, y también una forma de dependencia. ¿Qué opinas?
Completamente de acuerdo. Es una película sobre el amor, el trabajo en equipo y esas relaciones de dependencia que se dan cuando necesitas a los demás para complementarte. En el caso de los trabajos artísticos, esto ocurre y se llega a un extremo casi de telepatía en la que tú solo no te bastas y necesitas descubrir lo que buscas a través de la retroalimentación con las ideas de los demás.
Este tipo de simbiosis, que se parecen tanto a las relaciones amorosas, crean relaciones de amor, dependencia, incluso adicción y son lo más bonito y a la vez pueden ser lo más frustrante. Son una bendición o una condena, o ambas cosas a la vez. Y de esto trata también la película. Por eso, la película desemboca en el momento en el que en Nueva York los dos personajes están solapados y se reencuentran en un mismo plano, que rompe el tiempo y el espacio para que estén unidos, pese a todas las distancias entre ellos.
En este sentido, hay dos secuencias realmente conmovedoras: el plano circular de la banda dentro del coche y el plano-secuencia del batería saliendo del ensayo que termina en la piscina. ¿Cómo surgieron y cuál es su valor narrativo?
Las dos secuencias están marcadas por el desarrollo de una misma idea: en qué momentos la banda está junta y en qué momentos se separa. La secuencia del coche surgió durante la preproducción y fue compleja técnicamente porque la cámara estaba en remoto (Takuro la operaba desde otro coche que iba detrás) y es una secuencia muy sincronizada, que ensayamos y medimos mucho.
La de la piscina estaba originalmente en el guion y tenía relación con otra idea que recorre la puesta en escena: los músicos son como vampiros que trabajan siempre en interiores y el batería decide en un momento dado escapar de este ambiente vampírico y salir al exterior y queda sobrexpuesto, la música desaparece y lo aislamos del sonido del ensayo de una forma casi expresionista y subjetiva.
A nivel narrativo, primero estamos viendo como la banda está en un momento feliz, compartiendo viaje a los conciertos, aceptando las bromas y las horas infinitas de furgoneta, hasta que esto peta y se resuelve en una bronca. Y en la otra, los músicos ya están resquebrajados y se resuelve de la forma contraria, con la amistad aflorando de nuevo de forma punky.
En la fotografía de Takuro, hay una voluntad expresa de huir de la perfección del formato digital. ¿Porqué tomáis esa decisión?
La premisa era huir de la Alta Definición, los 4K, los 8K y todas estas motos que no están vendiendo y apostar por una imagen que tuviera una personalidad propia. Tengo la impresión de que en los últimos tiempos ha habido una homogeneización de formatos y que casi todo se ve de una forma muy parecida: las series de TV, las películas de Hollywood, las películas indies, los videoclips, los vídeos de los teléfonos móviles,…Todos tienden al mismo tipo de imagen, con mucha profundidad de campo y mucha resolución.
Hemos apostado por lo contrario, y tengo la impresión de que hay una analogía con lo que hacían los músicos de los años 90, que fue una época en la que se rebelan contra la tecnología digital y apuestan por el low-fi, las distorsiones, el noise, el ruido. Nosotros apostamos por distintos tipos de ruido, creyendo que en el ruido hay muchas formas de belleza y lo hacemos filtrando la imagen para que tenga un virado de color, a veces medio controlado, a veces aleatorio, mediante un sistema de leds que desarrolló Takuro y que se controla a distancia, en un proceso parecido al que se hacía en el antiguo fotoquímico.
Uno de los grandes descubrimientos es haber formado una banda de músicos-actores que versionan las canciones de Los Planetas, se llevan bien y suenan casi mejor. Y ahora comienzan a hacer bolos en la promoción. ¿Se trata de otro juego de dobles, como el del cantante y el guitarrista?
Era una de las premisas que ya estaba en la película de Jonás y la propuesta de Cristóbal y me pareció una idea estupenda y fue lo que más me animó a trabajar en la película y ahora la cuestión es que no se convierta en una banda de tributo a Los Planetas, sino que puedan seguir trabajando en su música y en el cine también. Más que un juego de dobles, sería un juego de espejos deformantes, muy deformados.
¿Cómo ha sido escribir (por primera vez) sin tu compañera Isa Campo?
En realidad, Isa ha estado ayudando en la escritura de guion y aparece en los créditos como script editor, y nos ha ayudado junto a Fran Araujo en el desarrollo emocional de los personajes. Por otro lado, trabajar con Fernando Navarro me ha venido muy bien para poder apretar a fondo el acelerador del mundo fantástico, que en varias de mis películas está, pero más ligado a la idea de fantasmagoría, y la experiencia de Fernando en este género ha permitido que secuencias como la sobredosis de agua se pueda llevar a imágenes como la del cuerpo del guitarrista levitando.
A finales de los 90 trabajabas como periodista escribiendo críticas musicales y culturales para un diario, ¿Qué hay de esa experiencia de juventud en Segundo Premio?
Si lo pienso desde ahora, lo más bonito es que mi amor por la música permanece y ha aumentado incluso y cómo la gente que más admiraba en aquellos años en muchos casos se han vuelto amigos y colaboradores como Albert Plá o Pau Riba o Cristina Rosenvinge, o haber podido conocer a Antonio Arias el día del estreno de Segundo Premio en el Festival de Málaga, o haber estado trabajando con Los Planetas. Son como fantasías extrañamente cumplidas.
Has rodado en San Fernando y en Granada. ¿Qué diferencias hay entre rodar en Andalucía y hacerlo en Madrid, Barcelona o París?
Siempre he tenido tendencia a hacer películas sobre lugares en los que me gustaría vivir o pasar tiempo, y eso es lo que tienen en común mis películas en San Fernando, París, Granada o el país Dogón. Muchas veces las películas no surgen tanto de un tema o de las ganas de contar una historia, como de las ganas de vivir con una gente en un sitio determinado. Y en este sentido, Granada es uno de los mejores lugares para vivir y para rodar.
A nivel personal, ¿Qué hay al final de este extraño viaje de Segundo Premio?
Esto es siempre muy difícil de saber porque las consecuencias suelen diluirse en el tiempo y ser más a medio o largo plazo, pero de forma más inmediata me han entrado muchas ganas de trabajar un poco más en la música, que es algo que he ido haciendo de forma muy íntima todos estos años y sin ninguna necesidad de compartirlo. Ahora, tengo muchas ganas de hacer más canciones con Alondra y de grabar temas con la banda de la película y con Jaime Beltrán (el productor musical). Y me llevo, sobre todo, una banda nueva, porque en lo últimos años mi equipo de trabajo se ha ido desmontando por distintos motivos y en esta película me he encontrado con una, dos y hasta tres familias nuevas con las que espero seguir haciendo cosas.