Texto y fotos: Julio Grosso Mesa (Film in Granada)
Iciar Bollaín (Madrid, 1967) es una cineasta tan conocida y reconocida que no necesita presentación. Atesora una sólida carrera como actriz, guionista, productora y directora: lleva 39 años en la industria del cine español, ha participado en más de 50 películas, ha dirigido 11 largometrajes y descubierto a grandes intérpretes como Luis Tosar, Candela Peña o Anna Castillo.
Además, ha sido vicepresidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, fundadora de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales), y ganadora de dos premios Goya, entre muchos otros premios.
Por encima de estos méritos, Icíar Bollaín es, sobre todo, una persona amable y cercana, familiar, que sabe escuchar y que ha creado un cine con una marca propia. Como ha escrito muy acertadamente Manuel Vicent, “a Icíar la encuentras siempre detrás de las cámaras apuntando hacia causas justas, tocadas con una delicadeza acertada, así es también ella, una chica despierta, que sonríe con los ojos, que siempre emite un aire fresco, inteligente y divertido, con un toque de distinción”.
Icíar Bollaín ha pasado en mayo unos días en Granada. No volvía a esta tierra desde hacía varias décadas, cuando siendo aún una adolescente solía venir a visitar a su familia andaluza. En esta ocasión, ha impartido un taller y una clase magistral en la primera edición de Filming Lab, el encuentro organizado por la UGR y Film in Granada.
Durante su breve visita, ha tenido tiempo para enseñar, comer con sus primos, cenar con antiguas amigas, pasear la ciudad y levantarse viendo la Alhambra. Dice que se ha quedado con ganas de volver. Sus alumnos, encantados, con ganas de más.
¿De dónde nacen sus historias? ¿Cuál es el germen?
Muchas veces nacen de una noticia que leo, o de varias que tratan de un tema que me llama la atención, que no entiendo, que quiero conocer mejor y entonces veo la posibilidad de acercarme a ello a través de una película. Es el caso de “Flores de otro mundo”, de “Te doy mis ojos”, “Mataharis” o “La boda de Rosa”. Otras llegan a mí, como las tres que ha escrito Paul (Laverty) o como la historia de “Maixabel”. Pero, siempre, son historias conectadas con lo que está ocurriendo o algo que ha ocurrido, historias cercanas a la realidad, que atañen a personajes, que son los que mueven las historias.
Los protagonistas de sus películas suelen ser mujeres que no tienen voz en la sociedad: inmigrantes, víctimas de la violencia machista, viudas del terrorismo, mujeres solteras, etc. ¿Ha llegado a ser una prioridad?
La verdad es que no he sido muy consciente de ello. Me he ido acercando a estas mujeres, reales o de ficción, por curiosidad, por interés y, sobre todo, por intuición. Quizá es que me han faltado mujeres así en la pantalla, he echado de menos sus historias y eso me ha llevado a contarlas.
En sus películas suele prescindir de una fotografía espectacular y de las bellas imágenes en favor del diálogo y los personajes. ¿Porqué?
Depende de en qué historias creo que una fotografía demasiado “bonita” puede distraer. Incluso, nos puede alejar de lo que se está contando. Creo que la imagen es muy importante, obviamente, pero creo que tiene que estar al servicio de lo que se cuenta, si no se despega y se convierte en otra cosa. Pero, la cuido mucho, aunque no se note a veces, está muy pensada, tanto la puesta en escena, cada plano, como la luz, el tono, los colores que predominan en la película, todo. Y busco con el director de fotografía que la foto sea lo más expresiva posible para contar lo que ocurre y para hacerlo sentir al espectador. Y con el sonido igual, intento tenerlo muy presente también a la hora de narrar la historia.
En 1994 trabajando en “Tierra y libertad”, conoció a Ken Loach y a Paul Laverty. ¿Fue un punto de inflexión en su trabajo y en su vida?
Bueno, en mi vida claro, Paul es mi compañero casi desde entonces, tenemos 3 hijos juntos, hemos colaborado también en 3 películas. En cuanto a lo profesional, no creo que fuera tanto como un punto de inflexión, yo ya tenía una carrera sólida como actriz y tenía ya escrito el guion de “Hola, ¿estas sola?” y la producción en marcha, la rodamos apenas unos meses después de “Tierra y Libertad”. También había hecho ya varios cortos y había fundado hacía varios años una productora con otros tres socios. Es decir, que mi vida profesional estaba ya muy encaminada. Ken fue más que nada una persona muy inspiradora, tanto personal como profesionalmente. Es un hombre que siempre ha trabajado de la misma manera, y lo mismo con lo que cuenta, es una persona muy coherente, y muy única.
Poco después, lo acompañó a Escocia y Nicaragua en el rodaje de “La canción de Carla” para escribir un libro. ¿Cómo le ha llegado a influirle su cine?
Ken es un referente en una forma de hacer cine, de una forma de trabajar con los actores, a menuda con muy poca o ninguna experiencia. De conseguir que sus películas, que sus imágenes, sean de una verdad imbatible. Y también es un referente por los temas que trata y cómo lo hace, que en los últimos años han sido siempre sugeridos y por supuesto escritos por Paul. Es, como te digo, alguien muy inspirador.
Loach afirmaba en su libro (1996) que “el cine se había convertido en un lugar donde uno va a evadirse y se ha perdido la sala como un lugar de intercambio de ideas”. ¿Cuál es su opinión 25 años después?
Jajaja pues… que cuando la gente va hoy, aunque sea a evadirse, ya nos podemos dar con un canto en los dientes…
Pero si, estoy de acuerdo, hay una época, los 60, los 70 e incluso los 80 en los que el cine es parte de un debate, o se usa como parte de un debate. Algunas películas impactan en la sociedad y remueven, como le ha sucedido a Ken a menudo. Ahora, creo que es más difícil conseguir ese impacto, probablemente por la diversificación de la forma en que vemos el cine, que a menudo ya no es siquiera una experiencia en común, sino que la tenemos cada uno en nuestra casa. Y también los debates, cuando se generan, duran menos, se “consumen” rápido, porque llega algo nuevo que ocupa la discusión.
Pero, con todo y con eso, veo que hay películas que quedan, que siguen en la vida de la sociedad, y que generan reflexión. En Twitter, en otros medios, siguen creando opinión y reflexión. Es mi impresión de lo que ha ocurrido con “Maixabel”, por ejemplo, que ha generado mucha discusión y sigue haciéndolo y va a tener una larga vida en colegios y universidades, no solo en el País Vasco y en el resto de España, sino fuera, donde se va estrenando, poco a poco, en distintos países.
¿Cree que ha perdido peso en Europa el llamado “cine político y social”?
Creo que el cine, en general, ha perdido peso. Y el cine “adulto”, ya sea político y social, o simplemente que contiene ideas o que habla de lo que nos ocurre, y que se suele ver en Europa en el circuito de versión original, está en declive. Ya lo estaba antes de la pandemia, y ahora está costando mucho recuperar espectadores. Además, los espectadores de este cine envejecemos, y la gente joven no se acerca a las salas apenas más que a ver Marvel o grandes producciones. Esto es algo que llevo viendo desde hace años, cuando voy a estrenar las películas en algunos países europeos. Y ahora ocurre mucho más.
Tuvo el acierto de ofrecerle sus primeros papeles protagonistas a Candela Peña, Luis Tosar o Anna Castillo. ¿Casualidad o un buen casting?
Yo creo mucho en el trabajo de casting. En hacer una búsqueda exhaustiva hasta encontrar la mejor persona para el papel, ya sean o no conocidos. Los tres actores que has mencionado son fantásticos, y, más tarde o más temprano, yo creo que hubieran igualmente encontrado su camino.
Hay una nueva generación de cineastas españolas que empiezan a ser conocidas, como Carla Simón, Pilar Palomero, Alauda Ruiz de Azúa, etc. ¿Qué es lo más difícil de ser mujer y directora de cine?
Como en cualquier trabajo que implique responsabilidad, y en este caso es la máxima responsabilidad, lo más difícil es que confíen en tus capacidades. En tus decisiones. Yo he tenido siempre gente que ha confiado mucho en mí, pero eso no ha impedido que a menudo me vea contestando muchas veces a la misma pregunta…como si no lo tuvieras claro. Que tienes que insistir para que lo que dices cale.
Creo que es lo más difícil, vencer esa inercia cultural, a veces inconsciente, que hace que cueste más dar la responsabilidad a una mujer que a un hombre. Para que se la demos, esa mujer tiene que ser la leche. En cambio, podemos dar la responsabilidad a hombres muy mediocres sin despeinarnos.
Acaba de participar en Granada en la primera edición de Filming Lab. ¿Qué sensaciones se lleva de esta ciudad a Edimburgo?
Pues que ha sido un verdadero descubrimiento. Hacía mucho tiempo que no venía, en realidad desde que era pequeña y venía a ver a la familia que tengo aquí y me ha parecido una joya de ciudad. Por su tamaño, su dinamismo, su gente… y por supuesto, por su historia y su belleza, que es impresionante. Me quedo con muchas ganas de volver, ¡la verdad!